jueves, 20 de diciembre de 2012

Suerte

Era temprano para comenzar, apenas recuperado de la resaca que me atosigaba en la cruda y fría mañana en la que despertaban mis ganas de volver a vivir algo parecido. Me había pasado el tiempo lamiendo aquello que ya no merecía ni ser recordado y contemplando como perecía lo que tanto tiempo me había esforzado en borrar.
Aquella mañana era distinta, el blues consumió todo lo que no conseguía el alcohol y los acordes ya eran distintos, murieron las armonías oscuras plagadas de desgarro y odio dando lugar a nuevas sensaciones como pájaros que vuelven por primavera al árbol donde mejores melodías saben cantar. Descosí los rencores del bolsillo para llenarlos de esperanza y fe, como si no tuviera en cuenta las costras que rozaban mis rodillas.
Hoy el viento del mar me da en la cara con tal fuerza y velocidad que da la sensación de que vaya a tumbarme de espaldas, pero yo lo respiro, lo trago, lo saboreo, porque no hay copa que sepa mejor que un viento procedente de otro frente. Ese viento soleado que aveces me quema en los ojos y enfría mis manos es el mismo que me duerme suave por la noche y me despierta enérgicamente por la mañana, esas mañanas que ya no son crudas ni frías, siempre llenas de "buenos días".
Hoy miro a mi alrededor, la gente parece haber dejado de observarme y compadecerse de aquella alma que caminaba sin rumbo ni dirección, solo en busca de un lugar donde dar un acorde por pena que inundaba el vaso en el que volvía a beberlas y así nunca abandonarlas. La gente mira asombrada, hoy, su compañía, pues esa alma ya no camina, vuela, y lo hace en todas direcciones.
Es complicado explicar el motivo del cambio, pues está sujeto a la meteorología, la astrología, la nueva música que llega a los oídos, personas que creen cruzarse en tu camino cuando solo han pasado de largo, el cambio está sujeto a tantísimas cosas que aveces es mejor resumirlas y otorgarle el mérito a la suerte, aquella que todo el mundo quiere gobernar, pero parece ser dueña de todo el mundo menos de uno mismo. Suerte tuve yo, desde luego que la tuve.

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