jueves, 9 de febrero de 2012

una isla desconocida

Cae la noche, y como gato bajo la luna me refugio en la soledad del pensamiento, reflexionar sobre aquello que hiciste cuando el sol todavía gobernaba, asegurarte de que mereció la pena el tiempo empleado en crear lo que, para mañana, será un nuevo día.
Con pasos silenciosos se acerca esa sensación de no saber hacia donde dirigirte, no ser capaz de acertar con el sentido del viento y decides dejarte llevar por la propia fuerza del mar, llenando los camarotes de valentía y coraje por lo que podamos encontrarnos mientras esta cabeza viaja a la deriva. 
Mientras tanto, aparece la desesperación, se acaba la paciencia y los nervios son cada vez mayores, pues aunque tenemos tierra a la vista, el propio naufragio con la isla puede acabar con todo el trabajo y el esfuerzo empleado en este viaje. No quiero perecer intentando pisar tierra firme, no quiero encontrarme en esa isla un infierno, ni estoy seguro de tener la posibilidad de sobrevivir en una isla desconocida, porque aunque los cantos de sirenas son cada vez mas agudos, la grave voz que resuena en mi desconfianza me dice con decisión que me guíe por mi instinto marinero y emplee lo aprendido surcando otros mares para salir de esta. 
Como buen marinero, que no se pondría nervioso en esa situación, un joven grumete, que observa desafiante la isla, se prepara para atracar en ella. 




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